¿Qué podemos hacer cada una de las personas, desde nuestra posición como empleadas o empleados públicos, para impulsar la igualdad de trato y no discriminación?
Al leer esta pregunta me han
venido a la cabeza, casi a la vez, dos de los testimonios que he conocido
gracias a este curso, quizá los dos que más me han interpelado y que, creo,
mantendré en la memoria por mucho tiempo, incorporados, espero, a mi modo de
reaccionar. Ambos tienen aplicación directa como respuesta a esta pregunta y
cada uno es valioso por una razón y opera en una dirección distinta: el primero
nos lleva a mirarnos a nosotros mismos, el segundo, a mirar a las personas que
tenemos enfrente.
Hablo de la reflexión ofrecida por
Andrea Parra en su charla “¿Qué hago yo con mi privilegio?”, recogido también en una
de las actividades del curso, la simulada carrera hacia la meta desde una posición
más o menos adelantada en función de nuestras vivencias y circunstancias. Hay personas,
explica Parra, que nacen río arriba y pueden sin más dejarse llevar por las
aguas. Hay personas, en cambio, que nacen río abajo, y su vida transcurre en
una lucha continua contra la corriente. Creo que esta es una primera enseñanza
fundamental: ser conscientes de nuestra posición de partida, que es aleatoria,
que no nos hemos ganado, que nos ha venido dada. Como ciudadanos, y como
empleados públicos, pienso que no debemos perder de vista esto en ninguna de
nuestras acciones e interacciones con otras personas o colectivos.
El segundo testimonio es el
facilitado por Inés Rodríguez (Inusu_al) en el encuentro dinamizado del
miércoles 17 de abril. Rodríguez nos daba instrucciones directas, y en cierto
modo obvias, pero quizá por eso totalmente necesarias: no prejuzgues, no anticipes, no cambies tu modo de dirigirte a
ninguna persona por ideas previas o estereotipos. Si es necesaria alguna
adaptación, te lo harán saber. En el caso de personas con diversidad funcional,
dirígete a ellas, nunca, nunca, las ignores identificando como interlocutor a sus
acompañantes.
Son dos enseñanzas fundamentales,
sencillas, pero tremendamente importantes. Añadiría una más, tomada de la
intervención de Marina Sánchez, de Hogar Sí: nunca permanecer impasibles, no
taparnos los ojos ante las discriminaciones que presenciemos, y estar ahí, para
denunciar o apoyar a los denunciantes.
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